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Moños y coletas

1. Me dio vergüenza ajena la constitución del Congreso de los Progres, el otro día. Moños y coletas enredados en la nada, en la insustancia, y madres a las que sólo les faltó sacar las tetas para amamantar a sus criaturas en los escaños, siguiendo la doctrina del papa Francisco. Todo muy bonito y muy natural. Destacó el jersey de entretiempo del diputado tinerfeño de Podemos, Alberto Rodríguez, uno que nada entre lo rasta y la moda afro de Angela Davis. Qué bien, qué bonito, qué moderno, cómo avanzamos hacia la moda, hacia lo elegante, en qué hemos convertido el Congreso, antes rígido y ahora peludo. La izquierda le tiene una aversión secular a la corbata; es una de sus muletillas estéticas desde la bendita Transición, en la que el PSOE adoptó la pana y los comunistas el jersey marcelino, que daba un calor tremendo, pero que avisaba de que quien lo lucía era de la cáscara amarga. A mí todo esto me gusta porque me inspira. Aburrido como estaba de la política y de los políticos, si el Señor me da unos meses más de vida, me voy a divertir.

2. Ahora vendrán las paridas, porque los del moño son incapaces de decir nada coherente; no les interesa. Les interesa engañar a los incautos que les votan como papanatas a quienes convencen con promesas que no pueden cumplir. Ya verán, cuando los desocupados lectores hagan el balance final de las actuaciones de la izquierda radical, que todo es una filfa. Entre moños y coletas está esta España abandonada de Dios, que vuelve a la prenda sudada e ingresa en el club de los mochileros. La mochila parece ahora un monumento a la renovación cuando ya la usaron los hippies en los 60 para tener más seguro el dinero que les enviaba papá a la Ibiza trasgresora y follandusquera, por giro postal. Yo lo vi.

3. Lo del Congreso del miércoles fue de folletín, de Grecia, del país de la cutrez inevitable. Yo prefiero como presidente de la Cámara al niño de Carolina Bescansa que a ella misma, lo juro por Tito Wissa. Ya digo que me voy a divertir con estos moños y estas coletas andantes que nos hacen regresar a la España de Rinconete y Cortadillo. Al fin y al cabo estamos en el año de Cervantes.