El dardo

Soberanía alimentaria

Con la mejor buena fe, pero también con la mayor de las ingenuidades, el consejero de Agricultura del Gobierno autonómico, Narvay Quintero, ha declarado que “Canarias puede aspirar perfectamente a la soberanía alimentaria”. Ojalá fuera así, no ya hoy, que resulta imposible, sino dentro de 30 o 50 años, por poner plazos. La triste realidad es que nuestro sector primario, del que procede la mayor parte de la alimentación, se halla en situación mortecina, como lo prueba su escasísima importancia dentro de la producción canaria, ya que apenas aporta el 1,5% al PIB de las Islas cuando hace medio siglo suponía alrededor del 32-33%, y apenas llega a abastecer el 10% de nuestras necesidades. Son muchos los factores que han influido en este declive, desde el cambio estructural de la economía en su proceso de modernización al abandono de las explotaciones agrarias por su escasa rentabilidad y exigente dedicación, pasando por los elevados costes del proceso productivo -el agua principalmente-, el excesivo minifundismo, la desarticulación del mercado local y su baja atención, la elevada competencia externa, la excesiva dependencia de la política de subvenciones públicas y el escaso aprovechamiento del mercado local, incluido el turismo, entre otros factores.

En estas circunstancias, lo más razonable sería fomentar el asociacionismo -siguiendo el ejemplo de los productores plataneros, como bien apunta el consejero de Agricultura- y fijar un plan de reestructuración para el conjunto del sector que incluya la innovación, la mejora de calidades y diferenciaciones, la modernización de la comercialización y la distribución, la potenciación del consumo de nuestros productos -por su marchamo de calidad y frescor- en el mercado local, así como una mayor cualificación empresarial, el rejuvenecimiento del campesinado en general mediante incentivos, la explotación agraria a tiempo completo y la revisión del REA para proteger mejor la producción local. Son distintos frentes necesitados de atención, y si no se hace con urgencia continuará el abandono del campo y la pérdida progresiva de una de nuestras principales señas de identidad cultural y comercial. La agricultura es además paisaje, y como tal tiene enorme importancia para el turismo, lo mismo que para el clima.