De Puntillas

Credibilidad – Por Juan Carlos Acosta

Mientras los negociadores de los pactos de investidura en España continúan jugando al escondite, la otra gran vertiente de la actualidad nacional, la corrupción, estrangula al presidente en funciones, Mariano Rajoy, y a su partido, PP, en un rincón del cuadrilátero. Este es, a ojo de buen -o mal- cubero, el cliché de las portadas de todos los periódicos e informativos del país en estos momentos, no sin cierto hartazgo por parte del personal, cuando no estupor o, algo más allá, resignación.

Sin embargo, bien mirado, y evitando al verdadero populismo, el que emerge de las entrañas de las redes sociales, rabioso y hasta desconsiderado, la situación es muy interesante para cualquier observador. Es más, cabe preguntarse cómo tratará la Historia este episodio de principios de siglo y en qué lugar de su acordeón guardará el plano presente, cargado de significados y significantes.

Tengo para mí que la corrupción actuó como una gran hidra o como una planta carnívora atrapa insectos para devorar a los más glotones. El reguero de circulante que dejaron los fondos europeos de convergencia, amontonados sobre las mesas institucionales, a veces como montañas inabarcables, pero con el imperativo de ejecución en plazos urgentes o devolución, acabó con los buenos propósitos del Estado de la Transición. De la noche a la mañana, algunos comenzaron a sentarse de lado con los bolsillos bien abiertos, y otros les siguieron. Estaba claro que la capacidad de gestión de nuestros administradores no era tanta como para absorber el ingente caudal de dinero público, aparte de que eso daba mucho trabajo. Y quién esté libre de pecado que tire la primera piedra, que haberlos, haylos.

Apartado Rajoy y su partido, eso sí, con mucha gente honesta en su interior, quedan, al parecer, todavía unos cuantos faroles más para que cuadre ese acuerdo de gobernabilidad que, salvo para unos pocos analistas cartesianos, cada vez está más cerca. En Canarias lo llamaríamos envite; en España, la ronda robada, y en el mundo sajón, póker, a secas.

De un escenario de contras desde el 20D han surgido nuevos líderes y otros han ido apagándose o auto apartándose. La realidad es que la liturgia de Podemos y compañía viene de la noche de los tiempos, aunque jueguen a modernidades justicieras; mientras sí parece que el jefe de los socialistas se ha hecho definitivamente con las riendas de su potro de torturas, y que C´s actúa como árbitro, cuando no utillero o masajista, en la contienda.

El hasta ahora indomable Iglesias ha comenzado a dar pasos diagonales, necesarios para ponerse sin perder los pantalones, pues sabe que las nuevas elecciones podrían jugarle una mala pasada; lo mismo que Rivera, que ya admite que entraría en un gran acuerdo; y Sánchez, que es el único que aparenta no moverse un ápice de sus postulados iniciales, también mastica esa máxima de ahora o nunca.

Lo cierto es que se vislumbra un pacto entre estas tres fuerzas políticas, entre otras cosas, porque se reduce a fuego lento cualquier fórmula alternativa que pueda evitarle a todo el país la sensación de fraude e impotencia por la que atraviesa, e inaplazable de cara a la situación de credibilidad que encara España ante toda la comunidad internacional.