sobre el volcán

Por una isla libre de tendidos

¿Quién no se ha echado las manos a la cabeza cuando llega a un mirador y la visión del paisaje se ve atravesada por el cableado aéreo? ¿Cuántas fotografías no permiten dar cuenta de la belleza de un lugar por la presencia de innumerables tendidos eléctricos que destrozan su visión? He conocido a auténticos expertos en Photoshop que se dejan las cejas para adecentar una instantánea de uno de estos lugares. En La Palma, que se caracteriza por los grandes paisajes que posee, tenemos este problema. En el Sur o en el Norte, en el Este y el Oeste, muchos de nuestros pueblos están afeados por su omnipresencia, que desdibuja buena parte de nuestro paisaje de medianías. Estas líneas eléctricas deforman el paisaje natural y urbano de los pueblos, y poco o nada se habla de ello. Es verdad que gracias a esas lianas que sobrevuelan los pagos hay electricidad en las casas. Pero también es cierto que hay que empezar a tomar medidas para que dejen de dañar uno de los principales, por no decir el atractivo más importante que tiene la Isla, que es su paisaje, sin perjudicar el suministro energético. Dejar libre de cableado aéreo las zonas rurales no es un capricho, ni una forma de esteticismo. Debería formar parte de una estrategia conjunta para revalorizar lo que tenemos. Igual que para la observación científica del cielo desde el Observatorio del Roque de los Muchachos ponemos todos los recursos para que no haya contaminación, lo mismo debemos hacer para que no se altere la contemplación de nuestro paisaje natural y rural. La Reserva de la Biosfera presentó hace unos años el Plan Territorial Especial de Ordenación del Paisaje, un documento que ha pasado desapercibido, y que a mi juicio tiene más interés del que aparentemente se le ha prestado. En el informe ambiental defiende la necesidad de “minimizar el impacto que ejercen los tendidos y conducciones energéticas y de telecomunicaciones, antenas, repetidores, etc. sobre el paisaje de La Palma, evitando su emplazamiento sobre áreas paisajísticamente homogéneas, y propiciando el soterramiento en lugares de especial fragilidad o belleza”. Desde esta modesta tribuna, creo que ya es hora de ponerse manos a la obra con este asunto y para ello sería importante establecer un inventario de los lugares en la isla donde el cableado ejerce un daño considerable sobre el paisaje. Para ser operativos, de esta tarea se podrían encargar los ayuntamientos y, una vez analizada y revisada la situación por municipios, establecer un plan conjunto, en el que se establezcan los grados de afección y las prioridades, para luego pasar a buscar recursos europeos a través de la propia Reserva de la Biosfera para el soterrado de este cableado eléctrico. Cuando he comentado este asunto con algunos cargos públicos, todos apuntan que las obras de soterrado son muy caras. Pienso, sin embargo, que una medida ambiental de esta naturaleza puede tener encaje en los programas de la Unión Europea, sin que supongan un quebranto para las arcas públicas locales.