avisos políticos

Su última reverencia en el escenario

La siempre imprevisible Esperanza Aguirre anunció el domingo pasado su dimisión del cargo de presidenta del Partido Popular de Madrid, forzada por las investigaciones que revelan una presunta financiación ilegal de su organización. Justificó su decisión en su voluntad de asumir su “responsabilidad política” in eligendo, por elegir a cargos ahora investigados, e in vigilando, por considerar que “debería haber vigilado mejor” la actuación de dichos cargos. Aguirre, debilitada por su derrota en las últimas elecciones municipales madrileñas, deja tras de sí una trayectoria política de tres décadas, una trayectoria que le llevó a ser la primera mujer presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid. Siempre ha sobresalido por la defensa de unos principios políticos liberales, siendo la líder indiscutible de esa corriente ideológica dentro de su partido. Y siempre ha sido más que un verso suelto entre los populares, aunque nunca ha reconocido que capitanea la oposición interna a Mariano Rajoy y aglutina el aznarismo militante y combativo en el seno del Partido Popular. Conociendo al personaje, no parece que esta dimisión vaya a ser su última reverencia en el escenario político nacional, si se nos permite recordar a Conan Doyle.

Esperanza Aguirre no está bajo sospecha de corrupción ni encausada en ningún proceso. Su responsabilidad política asumida afecta únicamente a sus competencias en la estructura partidista regional popular, y por eso no ha dimitido de su cargo de concejala y portavoz de su grupo en el Ayuntamiento de la capital, tal como le reclaman sin mucho fundamento sus adversarios políticos. Su dimisión, en primer lugar, deja en una situación insostenible a Rita Barberá, blindada en el aforamiento de su acta de senadora y miembro de la Diputación Permanente del Senado, pese a la imputación de todos los concejales populares en el Ayuntamiento de Valencia. Y, en segundo lugar, debilita aún más el liderazgo y agrava sobremanera la posición de Mariano Rajoy, paralizado ante una corrupción que lo inunda; sin la menor iniciativa que aborde la necesaria y urgente renovación -profunda regeneración- de su partido; y lastrado por su ensoñación de una investidura imposible tras el supuesto fracaso de Pedro Sánchez. Alguien debería decirle que deje de repetir patéticamente que ha ganado las elecciones y que tiene que gobernar. Y alguien debería explicarle que no se pueden perder impunemente tres millones y medio de votos y la tercera parte de los escaños; y encima estar ahogado en la corrupción.

Preguntada en la rueda de prensa en la que anunció su dimisión sobre el futuro del líder de su partido, Esperanza Aguirre respondió que ha llegado la hora de los “sacrificios” y las “cesiones”. Es evidente que esta dimisión le indica a Rajoy cual es el camino a seguir y le aclara que la corrupción política de su partido no es una cuestión de unos pocos corruptos, sino una corrupción partidista que ha devenido en estructural y sistémica, y que debe ser combatida con medios estructurales y sistémicos antes de que acabe con el proyecto político que representa el Partido Popular. En esa línea, muchas voces desde su interior están reclamando un Congreso extraordinario y abierto -un militante, un voto- que refunde el partido. Desde el siglo XIX, la derecha española parece condenada a refundarse periódicamente. Y la irrupción de Podemos nos hace sospechar que esta condena se ha extendido también a la izquierda.
El vicesecretario general de Organización de los populares ha declarado que la dimisión de Esperanza Aguirre ha sido una decisión personal, individual, subjetiva, ni siquiera consultada y no extrapolable. Tras quedarse sin adjetivos, ha reconocido que no le gustó que Aguirre desvelara el contenido del mensaje que le envió Mariano Rajoy después de conocer su decisión, y ha reconocido también que la dirección nacional del partido tampoco sabía que el secretario general del PP de Madrid, Ignacio González, había abandonado ese cargo hace un mes. El portavoz popular ha asegurado a continuación que en el partido están “preocupados” por los casos de corrupción, y ha admitido: “Nos hubiera gustado en el pasado tener más diligencia contra la corrupción”. Pues, menos mal que están preocupados y que les hubiera gustado en el pasado tener más diligencia contra la corrupción. Finalmente, el vicesecretario general del Partido Popular se ha quejado de que, por sus casos de corrupción, se pretenda “deslegitimar” a su partido respecto a sus posibilidades para acudir a la investidura y formar el futuro Gobierno. Es preciso reconocer que se trata de un político optimista.

Según escribe sir Arthur Conan Doyle en su relato His Last Bow. The War Service of Sherlock Holmes, publicado originalmente en The Strand Magazine y traducido al español como Su última reverencia en el escenario, el bueno de Holmes, en su retiro y después de su último caso, se dedicaba a escribir un manual de apicultura. Por el bien de todos, esperamos que Mariano Rajoy, a partir de ahora, se consagre a su Registro de la Propiedad y no se dedique a escribir un manual de política. Por el contrario, esperamos con creciente interés el manual de política de Esperanza Aguirre.