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Enemigo > Miguel L. Tejera Jordán

Yo creía que los estudiantes de Valencia que se manifestaban contra los recortes en el sistema educativo eran ciudadanos libres que se quejaban en la calle por no disponer de calefacción en sus aulas, o de papel higiénico en los retretes de los institutos. Pero hete aquí que, los protagonistas de la legítima protesta, son “enemigos” de España y de los españoles, al decir del jefe superior de Policía de la capital del Turia, un energúmeno que debió ser cesado ipso facto, por mentecato y por incompetente, lo mismo que su jefa directísima, la delegada del Gobierno en la comunidad levantina, por un ministro del Interior falto de reflejos y por un presidente del Gobierno que se encuentra todavía en fase de demostrarlo. De demostrar que es presidente del Gobierno porque le eligieron los ciudadanos por mayoría, una mayoría de ciudadanos que se creyó a pies juntillas su mensaje de cambio y que no pueden ver ahora, con buenos ojos, que las cosas están igual, o van a peor, en lo que concierne al ejercicio de las libertades. El jefe superior de Policía de Valencia no puede seguir en su cargo después de comparecer en una rueda de prensa, para anunciar que sus agentes no podían desvelar la estrategia de la represión ante sus “enemigos”, los estudiantes valencianos. Y tampoco puede saltar a la palestra el ministro del Interior, hablando de radicales de izquierda que se mezclaron entre los estudiantes, porque, afirmando tal cosa, más en ridículo deja a la Policía ante la opinión pública. Siendo cierto que entre los estudiantes se entremezclaron los agitadores de siempre, cosa que no dudo en absoluto, era deber de una policía auténticamente profesionalizada actuar con los criterios y el rigor que se supone aprenden en las academias durantes la etapa de formación de los funcionarios. La policía valenciana, siguiendo instrucciones de un verdadero jefe superior, habría discriminado quiénes eran estudiantes pacíficos y quiénes los agitadores; habría enviado al núcleo de los manifestantes a agentes de paisanos capaces de discernir quién se quejaba legítimamente y quién iba a reventar la protesta para meter jaleo y, entonces, la verdadera policía profesional, habría actuado en consecuencia, evitando a toda costa que se generara la violencia y que las imágenes de jóvenes estudiantes, chicos y chicas sangrando por la nariz y por la boca, dieran la vuelta al mundo en las primeras páginas de todos los diarios de gran tirada de los cinco continentes. Mal empezamos, don Mariano. Le doy un consejo, aunque no me lo haya pedido: no puede residir en La Moncloa con una tijera en la mano y con una porra en la otra. Tampoco puede permitirse el lujo de ser tibio con sus subordinados, usted, que tan exigente dice que ha sido. Ya está dándonos usted una de cal a todos nosotros…, con los recortes en la economía. Y todos nosotros necesitamos saber que usted también sabe repartir arena. La ecuanimidad que le supongo debería inclinarle por el camino del medio, el de la mesura y la serenidad que usted suele trasmitir en sus discursos habituales. Porque, como el personal descubra que va usted de recortes duros y puros y encima permite que su gente la cague, como ha pasado con la delegada del Gobierno en Valencia y con el jefe superior de Policía, la misma gente que le votó en noviembre dejará de hacerlo a su debido tiempo. Y cuidado que le queda reloj por delante. No sólo para acertar, sino para pedir disculpas cuando alguno de los suyos, o usted mismo, metan la pata hasta el fonfo. Don Mariano, me cae usted bien, créame. Dígale al jefe superior de Policía de Valencia que detenga etarras, tramas de mafiosos y políticos corrompidos hasta la médula, y que deje de ensañarse estudiantes y estudiantas.