... y no es broma >

Pastorcillos y travestis > Conrado Flores

De pequeño yo era un niño bastante mono, de esos a los que las tías y abuelas tiran de la mejilla como si esta fuera de goma. También era un listillo de aúpa. En el colegio, con sólo 7 años, pasaba muchos recreos con las niñas de 14 porque tenían por costumbre ponerme sobre sus rodillas e irme pasando de unas a otras como si fuera un juguete. Sobra decir que a mí no se me ocurría mejor lugar donde pasar esa media hora de esparcimiento que haciendo de juguete sobre los muslos de aquellas simpáticas adolescentes.

Con el mismo propósito solía dejarme ver por los guateques que organizaba mi hermano y que estaban llenos de muchachas que me doblaban la edad. Y ojo, aquellas chicas ya bebían alcohol. Sin duda, aquel fue mi mejor momento. Y pensar que hay gente que todavía cree que el contacto regular con niñas te hace afeminado. Con el tiempo crecí y, al contrario de lo que suele suceder entre los animales, el capullo salió de la mariposa.

El asunto es que en pocas fotos de aquella época salgo tan favorecido como con un traje de pastorcillo que mi madre me hizo para Carnaval. Es de esas fotos que enseñas a cualquier mujer y sabes que dirá “ay, qué mono”. Creo que la cuesta abajo comenzó con mis fotos de la primera comunión, en las que luzco un peinado infame y un traje de patrón de yate para contrabando de marihuana.

Tras el disfraz de pastorcillo, vinieron los de súper héroe, el de policía montada del Canadá, el de ladrón y el de monje, entre otros. Así hasta que cumples 16 y te puedes disfrazar de mujer, que es lo que más nos gusta a los tíos. De enfermera, hada, bailarina o princesa, que lo mismo da. Un hombre adulto con medias y pestañas postizas es algo muy ridículo. ¿Y hay algo más divertido que lo ridículo? Algunas mujeres no entienden lo divertido que nos resulta pintarnos los labios y ponernos una peluca rubia platino. Sólo tenemos que abrir el armario de nuestra madre y cogerle algunas cosas prestadas para ser una reina de la noche. Y una vez travestido, ¿quién querría ser un lindo pastorcillo?