mirada sobre áfrica > Juan Carlos Acosta

Globalización inversa > Juan Carlos Acosta

Resulta muy comprensible que surjan voces en las Islas que aboguen por dejar la vía africana en función de una mayor concentración en Europa, como si fueran objetivos incompatibles, dada la negrura de las nubarrones económicos que aparecen en el horizonte. Es aceptable incluso que menosprecien a quienes estamos convencidos de que una región no puede darle la espalda a su situación geográfica de la misma forma que es una aberración avergonzarse del pueblo o de la familia de uno mismo. Es asumible, cómo no, que entre los parados -cada vez más- y sus familiares comience a tomar cuerpo la tendencia a criticar que los países hasta ahora llamados desarrollados, entre los que se encontraba España, continúen librando fondos de cooperación para las sociedades emergentes de nuestro entorno, en contraposición a los incapaces planes de empleo para enjugar de alguna manera esta catástrofe que estamos sufriendo y que, lejos de remitir, tiene visos de extenderse en el tiempo, cuando no de enquistarse para siempre.

También he sido testigo de los apuros que ha pasado alguna autoridad canaria cuando se le ha preguntado por las acciones institucionales con el continente vecino y de su insistencia mantenida por expresar que primero evidentemente están nuestros ciudadanos en las labores de auxilio social, o cuando esa misma persona intentó explicar que la mayor parte de los proyectos y partidas que recalan en las administraciones locales del Archipiélago para interactuar con los países cercanos vienen de la UE y de otras instituciones multilaterales, como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, condicionadas y concedidas exclusivamente para contribuir a mejorar el nivel de vida de las comunidades en desarrollo que tenemos cerca, eso sí, a través de nuestra propia gestión y mano de obra.

En este punto, y como alguno de estos opinantes utilizan términos tales como “mediocridad” o tachan de “moda pasajera” esta fiebre que nos ha dado a unos cuantos por mirar hacia África, me gustaría matizar que también resulta muy provinciano confundirlo todo y hacer un potaje con muchas simplezas mezcladas, de forma que aparece como humo todo lo que no sea la masa consistente de lo que hay dentro del caldero, tal es la cortedad de miras.

En cualquier caso, soy de los que piensan que Europa tiene un grave problema estructural que viene dado por su concepción como unión monetaria y no económica, ni nacional, y una rémora perversa en sus modelos y nichos de productividad e industrialización que, lejos de resolverse a corto plazo, intuyo que nos llevará a nuevos escenarios en los que tendremos que abandonar muchos vicios adquiridos y armarnos de resignación para cuestionar los servicios y subsidios básicos de los que hemos disfrutado hasta la fecha por insostenibles.

Si esas voces levantaran los ojos y miraran hacia el frente se darían cuenta que entramos en un pleno proceso de globalización inversa en el que los países del mal conocido como tercer mundo comienzan a tomar el relevo a un Occidente envejecido, falto de ideas, acomodado y abusón. Posiblemente comenzarán a contemplar de otra manera las alternativas que nos brinda estar al lado de grandes y numerosas comunidades, con tasas demográficas muy jóvenes, que se desperezan y que van a demandar pronto referencias claras y decididas para construir su propio progreso.