ESTO NO SE COBRA > Cristina García Maffiotte

Jóvenes esforzados > Cristina García Maffiotte

Tengo demasiados amigos y familiares en el paro. Jóvenes con títulos, conocimientos y habilidades que hasta hace nada eran apreciados y valorados por el mercado laboral. Jóvenes que no han confundido el estar parado con el estarse quieto y han asumido el subsidio de desempleo como una nómina que se les ingresa a cambio de seguir formándose. Cursos (de pago en su mayoría) de todo tipo. Desde ofimática hasta gestión de redes sociales. De protocolo, de cocina, de albañilería, para la obtención del carné de manipulador de alimentos y sobre bricolage, marketing y contabilidad. De todo. Jóvenes inquietos que tienen cuatro o cinco currículos preparados y adaptados a todo tipo de puestos de trabajo. En unos ponen la formación completa, en otros no. En unos eliminan los dos o tres idiomas que saben y el último master recibido y en otros los incluyen. Jóvenes que todos los días se levantan con el ánimo de buscar, después de meses de fracasos, un trabajo.

Algunos se han tenido que ir para encontrar fuera de este Archipiélago un trabajo mal pagado, que infravalora sus aptitudes pero para el que, aquí, en su casa, “no daban el perfil”. Otros se han adaptado y han montado un pequeño negocio que poco o nada tiene que ver (la misma relación que hay entre vender periódicos con escribir en ellos) con su formación y su vocación pero que asumen ese fracaso vital con resignación, como si fuera un paréntesis en su vida laboral y no pierden, y por ello siguen buscando, la esperanza de encontrar un trabajo mejor.

Jóvenes que se inscribieron en el paro hace meses y que no han rechazado ninguna oferta laboral proveniente del Servicio Canario de Empleo simplemente porque no les han hecho ninguna. Jóvenes que se patean las calles entrando en comercios, bares y restaurantes ofreciéndose para un trabajo. Que han colgado sus datos en las puertas de los colegios para dar clases particulares o cuidar niños.
Jóvenes que, lejos de desesperarse por el no tajante que encuentran a sus preguntas, continúan buscando todos los días.

Jóvenes que cuando miran hacia quienes tienen la responsabilidad de gestionar sus esperanzas y ofrecerles soluciones solo encuentran condescendencia. Frases vacías que buscan titulares. Consejos que quizás esconden una buena intención pero que a ellos, y a mi, les sientan como una patada en la boca del estómago. Porque el trasfondo de una frase como “los jóvenes tienen que esforzarse como lo hicieron sus abuelos” esconde una puntilla de culpa. Como si no encontrar trabajo fuera culpa de ellos. Como si fuera agradable estar en paro; sentirte rechazado por una sociedad a la que tan desesperadamente quieres contribuir aportándole tus conocimientos y tu trabajo. Una frase que hace pasar a todos los jóvenes parados por unos carotas representantes de la generación ni-ni. Y con el amargor, además, de saber que esa frase esconde algo peor. Esas palabras denotan que quien las pronuncia se ha rendido y ha dejado de esforzarse por hacer el trabajo que tiene la suerte de tener y prefiere culpar a otros por su incapacidad para encontrar soluciones.