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El declive de Santa Cruz > Miguel L. Tejera Jordán

Santa Cruz es la sexta ciudad con peores condiciones de vida entre treinta grandes urbes de España, según reconocen los propios chicharreros en el marco de una encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Todo es valorado muy mal por los ciudadanos, en especial la falta de transparencia de la administración municipal (que todavía no ha sacado adelante el PGO, por ejemplo).

Únicamente se salvan la seguridad ciudadana y la educación, si bien no se explicita si se están refiriendo a la educación de los ciudadanos, esto es, de los chicharreros, o a la educación que se imparte en los colegios, ninguna de las cuales parece, tampoco, que descuelle especialmente. La de los colegios, porque nuestros alumnos están en los últimos tramos de la lista de escolares españoles, con unos índices de fracaso escolar espeluznantes (pasa en toda Canarias). La segunda, la educación ciudadana, porque si bien el chicharrero posee y conserva, históricamente, una excepcional calidad como ciudadano, dado a la hospitalidad y al acogimiento de los foráneos, no es menos cierto que, en los últimos tiempos, una buena parte de la ciudadanía contribuye, de manera muy directa, a que la ciudad esté sucia y ofrezca estampas verdaderamente cochinas.

Dicho lo anterior, lo que más me llama la atención es que el primer teniente de alcalde, el socialista don Julio Pérez, achaque la cuestión a los tiempos anteriores a su desembarco en el ayuntamiento. El señor Pérez se me parece cada vez más a Rajoy. Los dos responsabilizan a sus antecesores en el cargo de lo mal que van las cosas y los dos parece que no hacen nada que sirva para cambiar, siquiera un ápice, la mala gestión que dicen que han heredado, pero que no han enderezado en los meses que llevan en el poder (más meses don Julio que don Mariano, por cierto).

Santa Cruz es una ciudad con un índice de paro que escalofría. No tiene, efectivamente, ofertas de ocio ni culturales, salvo los conciertos elitistas que se ofrecen en el Auditorio. No resalta por sus actividades deportivas y sólo parece que cuenta con los Carnavales, unos festejos que no son ya, ni por asomo, el espectáculo que todos conocimos hace décadas.

Santa Cruz es una ciudad sucia. Sus calles y aceras están repletas de meadas y cagadas de perros. Los contenedores de basuras, agrupados en islotes apestan porque se les vacía, pero no se les limpia ni desinfecta, como antaño. Los camiones echan agua, pero no líquidos desinfectantes, con lo que únicamente están barraqueando todavía más las vías públicas. Los jardines están de pena. La entrada por los muelles es tercermundista (siempre lo ha sido, así que la porquería de señales y la falta de limpieza de la zona no hay que achacarla a las obras de la vía litoral, que influyen, pero no resultarían determinantes si hubiera un poquitín más de cuidado con determinados detalles).

El tráfico no mejora. No hay nuevos aparcamientos, la contaminación es increíble.

Los domingos y festivos son un muerto.

Coger una guagua, una tragedia.

Y mientras todo esto pasa, a nuestros dirigentes municipales no les da por otra cosa que por organizar eventos carnavaleros (más gastados que los cascos de una mula) o por organizar desfiles de moda en un intento vano de convertir la capital en un centro de atracción de esta industria.

Santa Cruz es puro declive.

Lo único que tiene de bueno es la cercanía de La Laguna…