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Obras surrealistas > Conrado Flores

Canarias es tierra de grandes artistas. Fruto de la relación de amor que los isleños mantenemos con la tierra, el cielo y el mar nace el genio de nuestros pintores, escritores y músicos. Pocos lugares más propicios que este para pintar la realidad de una manera surrealista, abstracta y mágica. Hablar de talentos de la talla de César Manrique, Pepe Dámaso, Manolo Millares, Carlos Chevilly o el gran Óscar Domínguez, no es para tomárselo a broma. Y Canarias, de una manera o de otra, también ha sido víctima de otro tipo de surrealismo que no se pinta con óleo sino con cemento.

Boquiabiertos nos quedamos cada vez que nos hablan de esos ridículos aeropuertos peninsulares, que parecen sacados de una disaster movie sobre el fin de la especie humana. En esas impecables terminales de Castellón, Ciudad Real, Badajoz, Huesca o Lleida sigue sonando el hilo musical pero permanecen huérfanas de vuelos y de pasajeros. Nunca fueron necesarias pero ahí están, para que las recorra un equipo de profesionales de la limpieza con el miedo a que algún viajero los asuste por sorpresa al doblar una esquina. Esas obras surrealistas son ya obras maestras de la etapa artística del ladrillo.

Del aeropuerto de La Palma siempre me quedará el recuerdo de aquella coqueta terminal que a los chicharreros siempre nos pareció tan encantadora. Puede que fuera pequeña, puede que no estuviera bien acondicionada y puede que se estuviera quedando obsoleta, no lo sé. La última vez que tuve la suerte de viajar en avión a la isla bonita todo había cambiado. Nos recibió una gigantesca obra de más de 200 millones de euros para la que se había previsto un tráfico de 3 millones de pasajeros al año, una cifra que puede que triplique al actual.

Al verla por primera vez muchos pensamos que, o era muy grande, o había muy poca gente. Pero algo fallaba. Nos perdimos en su inmenso parking subterráneo, casi impracticable si conduces un vehículo grande como era nuestro caso. Después subimos varias plantas hasta llegar a una única cola de facturación. Tal como ocurría antes.

El espacio era inmenso pero vacío, lleno de locales pero sin actividad comercial. Ahí había algo raro. Al abandonar esa preciosa isla, siempre con pena, me dio la sensación de que en esa obra era también un tanto surrealista. Ojalá a los palmeros les guste más que a mí.