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Un final surrealista, por Álvaro Díaz

Fue el mismo partido de todos los domingos por la mañana desde que estamos en el pozo de la Segunda División B. Esta vez el rival no era La Roda, ni el Montañeros, tampoco el Coruxo…. Sol, calor y una afición entregada con sus colores: sí, en mayor número, pero igual de fuerte e incondicional que cuando arrancó la temporada con el Vecindario ubicado en el vestuario visitante. La ilusión blanquiazul volvió a convertir al Heliodoro, pese a la falta de glamour de la categoría pobre del fútbol español, en un escenario ideal para convertirlo, de nuevo, en el teatro de los sueños chicharreros. La fiesta acabó pronto. Poco más de 45 minutos y ¡campana y se acabó! Ni siquiera nos dejaron soñar. Como durante toda la temporada jugamos a nada, pero esta vez sí llegamos tarde y perdimos el tren del ascenso. El final fue surrealista, como no podía ser menos en medio de tanta anestesia y desquicie. La suerte estaba en sus manos (jugadores, directivos y cuerpo técnico) y no la buscaron. Alonso sí lo hizo en Valencia. Supo estar en el momento adecuado y encontró la gloria deportiva. ¡Lo que cuesta subir a la Segunda División A!