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Chapuzones seguros

INMA MARTOS | Santa Cruz de Tenerife

A pocos niños no les gusta el agua. Las piscinas y la playa simbolizan para los más pequeños la libertad, las vacaciones, el verano o la familia, pero hay que estar seguros de que se toman las precauciones oportunas a la hora de que nuestros hijos se den un chapuzón.

Vigilancia en todo momento es la recomendación más reiterada por pediatras y médicos. Unos minutos pueden resultar una eternidad bajo el agua. Así que, sobre todo cuando se trata de niños menores de cinco años y que no saben nadar, aunque lleven flotador de cualquier tipo, nunca estarán a salvo sin la vigilancia de los adultos. La mayoría de los accidentes infantiles se producen en piscinas privadas, porque al ser de uso particular no cuentan con socorrista, pero también se pueden producir en bañeras o piscinas hinchables por muy poco profundas que sean. El niño, al hundirse, puede perder la orientación y no saber cómo acceder a la superficie, por lo que le da tiempo a ahogarse.

La Asociación para la Defensa e Integración de Accidentados recomienda que los pequeños estén siempre en el campo visual. Asimismo, desaconseja los juegos peligrosos, como los saltos desde alturas, las ahogadillas, o tirarse en cadena por los toboganes así como jugar a pillarse en las cercanías de una piscina. Lo ideal es que los niños aprendan a nadar lo antes posible, sobre todo en lugares en donde el buen tiempo es común y por lo tanto las visitas a las playas y piscinas son más comunes. Una vez han aprendido a nadar, las preocupaciones se reducen en gran medida. Por otra parte, no está de más explicar a los niños cuáles son los peligros que corren en el agua. No se trata de infundar miedo, pero sí respeto al agua.

Los niños pequeños tienden a bajar la temperatura de su organismo con facilidad, por lo que pueden sufrir enfriamientos. Un síntoma de que el niño puede estar pasando frío es cuando los labios se tornan morados; si es así, hay que secarles y abrigarles cuanto antes. Los niños menores de un año es preferible que no se bañen salvo que la temperatura de ambiente sea muy alta.

Los cortes de digestión son también un trastorno común en estas fechas veraniegas y pueden hacer que se pierda el control dentro del agua, o incluso que no sean capaces de nadar. Cuando se está en plena digestión, al entrar en el agua fría, se produce una falta de sangre en el sistema digestivo ya que se desplaza a órganos como la piel para equilibrar el cambio de temperatura del cuerpo con el agua, entonces es cuando puede ocurrir un corte de digestión.

También, después de haber estado expuesto al sol o después de haber realizado ejercicio físico, al sumergirse bajo el agua, puede ocurrir lo mismo. La diferencia de temperatura que existe entre nuestra piel y el agua puede provocar la aparición de los mismos síntomas. En este caso, se recomienda siempre sumergirse poco a poco en el agua para que el cuerpo vaya acostumbrándose al cambio de temperatura de forma paulatina y no de golpe.

Por último, las zambullidas en lugares en los que se desconoce la profundidad han sido el motivo de numerosos accidentes graves. En las piscinas es necesaria la precaución al lanzarse de cabeza o hacia atrás desde un trampolín o desde el bordillo, para evitar lesiones en la espalda y cervicales. Los niños han de saber que no deben tirarse de cabeza en las zonas bajas de la piscina.