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Bipartidismo chungo > Miguel L. Tejera Jordán

Los sondeos sobre intención de voto comienzan a arrugarle el ceño a más de uno. El PP recibe un primer palo con un retroceso de más de 14 puntos, pero el PSOE no sube ni a tiros, sino que también baja, aunque sea un poquito. Lo que se traduce en que los españolitos de a pie no están por la labor de mantener un bipartidismo que se perpetúe en intercambios de poder mediante turnos de una y otra sigla. Dicho de otro modo: el personal está hasta los cataplines de los recortes y ajustes de Mariano Rajoy, pero ello no significa que le castigue votando a Rubalcaba sino, más bien, mandando a freír chuchangas a las dos formaciones; a los chicos de la rosa, por haber sido los administradores de la ruina y los dilapidadores de lo poco que quedaba de dinero en la caja del Estado. A los de la gaviota, por utilizar la tijera a mansalva, sangrando a quien menos tiene y beneficiando a los que, precisamente, han originado la ruina del país: los dueños de la “banca-rrota”, los que nos metieron de lleno en el desaguisado y que, ahora, se lavan las manos, como si la crisis no fuera con ellos.

Un servidor sigue insistiendo en que España es como un coche atendido por pésimos mecánicos. El país es un buen coche que ha funcionado a la perfección gracias a los trabajadores de toda clase y condición, lo mismo del sector privado que del público. Las ruedas no han pinchado, ni la culata se ha roto, por culpa de obreros, profesores, estudiantes, médicos, enfermeros, comerciantes, agricultores, mineros, taxistas y el largo etcétera de currantes, entre quienes incluyo a prácticamente todos los pequeños y medianos empresarios, a todos los autónomos y a muchos empresarios de envergadura que han levantado y consolidado imperios, incluso en tiempos de crisis, gracias a su tesón y a la fe que depositan cada día en sus sueños y proyectos. Aquí han fallado los chafalmejas de los partidos políticos, unos sindicatos irresponsables y advenedizos, los dirigentes municipales, insulares, provinciales y de las comunidades autónomas, además del propio Estado, que nos metieron en un berenjenal sin calcular a tiempo los riesgos que asumíamos. Es verdad que la crisis es universal, pero la habríamos sufrido menos, si quienes tenían la responsabilidad de la gestión pública, no nos hubieran alienado con un paraíso de ensueño que tenía los pies de barro.

La banca abrió el grifo y le dio perras a todo quisque. Para la casa, el coche, el crucero por el Mediterráneo y las vacaciones en el Caribe. Y así llegaron los impagos de hipotecas, los desahucios, la cascada del desempleo, los comedores sociales de Cáritas y de otras organizaciones que no son Cáritas y un retroceso de impacto en la calidad de vida de la que disponíamos los españoles. Ahora no hay ni para pagar los medicamentos de nuestros abuelos, ni las residencias geriátricas. Se nos fugan los cerebros (y los capitales, que ya se sabe que no tienen bandera) y el país se queda en cueros. A merced de la señora Merkel y de los mercados (o de los dos a la vez, que tanto monta…) Y mientras pagamos los intereses de la deuda y devolvemos el principal, Alemania se forra con nuestras cuitas. Y no da su brazo a torcer, ni impulsa una Europa de progreso y de trabajo, en la que se recompongan los millones de empleos perdidos y que tardaremos décadas en recuperar.

Así las cosas, unas nuevas Cortes puede que manifiesten el repudio de los ciudadanos a la alternancia PSOE-PP. Y que un futuro gobierno lo sea de una amplia coalición, tan distinta del uso y abuso de poderes a que nos tienen acostumbrados los, por ahora, sempiternos dueños del Estado y del juego democrático en vigor, tan desgastado y trillado por quienes denigran, a diario, los verdaderos principios de la democracia.