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“El incendio no ha sido tan devastador como parece”

ÁLVARO LADRÓN DE GUEVARA | Valle Gran Rey

José Ramón Arévalo. / A.G.

José Ramón Arévalo es profesor de Ecología de la Universidad de La Laguna y especialista en incendios forestales pero es, ante todo, optimista respecto a las consecuencias de los espacios naturales afectados por el fuego en La Gomera. Su experiencia le dice que “los incendios son un factor intrínseco de la dinámica del ecosistema” y que como se demostró en el Parque Nacional de Yelowstone, donde participó en un proyecto de regeneración, la recuperación de la naturaleza después de un gran incendio es un fenómeno increíble de contemplar, “este Parque Nacional de Estados Unidos aumentó incluso su tasa de visitas gracias a las rutas guiadas por las zonas afectadas”, nos cuenta el profesor.

En estos días en que se empieza a hablar de planes de actuación el profesor no se muestra muy conforme con la repoblación masiva de los montes, el “intervencionismo” puede resultar en muchas ocasiones más perjudicial que beneficioso. A su entender lo importante es diseñar estrategias a largo plazo dirigidas por un equipo multidisciplinar de especialistas que pueda realizar un seguimiento de las acciones, “se pueden llevar a cabo repoblaciones puntuales pero hay que respetar los ecosistemas, a veces se hace más daño que el propio fuego”, asegura Arévalo.

Respecto a la rápida propagación del incendio en el barranco de Valle Gran Rey el profesor lo achaca al denso cañaveral que se extendía a lo largo de todo el cauce y a las hiervas silvestres de los terrenos agrícolas abandonados, “de haber estado limpio el barranco el fuego no hubiera avanzado tanto, los incendio se frenan mucho antes de que se declaren”, nos explica.

Del negro al verde

Le pedimos al profesor que nos haga una cronología de como pasaremos de un paisaje ennegrecido a uno donde vuelva a predominar el verde y nos explica que primero rebrotará el cañaveral y las hiervas silvestres, después lo harán los matorrales y para la próxima primavera la vegetación a ras del suelo estará totalmente recuperada. Los árboles son más lentos, de uno a dos años, según como estén de afectados. “Algunos ejemplares pueden tener crecimientos discontinuos o incluso morir meses después, depende de cada zona”.

El palmeral de Valle Gran es uno de los más afectados por el incendio, con centenares de ejemplares ennegrecidos por las llamas. Sin embargo, únicamente un porcentaje reducido morirá ya que la palmera canaria, la Phoenix canariensis, está considerada como pirofita, es decir, que tiene un alto grado de resistencia al fuego. “Tan solo aquellas palmeras que tengan muy dañado el meristemo (cepeñón superior) sucumbirán al fuego, el resto se recuperaran e, incluso, crecerán más saludablemente”, indica el profesor que calcula que en un par de años volverán a su esplendor.

La laurisilva tardará inevitablemente más en recuperarse, unos diez años, pero en este sentido Arévalo también es optimista y afirma que las especies que la pueblan están “programadas” para superar un incendio; rebrotando desde las cepas como el fayal-brezal o mediante semillas. “El ecosistema que va a surgir de las cenizas no será el mismo que había pero eso no supone que sea un drama ecológico sino un proceso de lo más natural”.

En definitiva, el profesor José Ramón Arévalo habla más de cambios que de daños, de transformación y no de devastación. “La isla volverá a recuperar su belleza natural y podremos asistir a la maravilla de la regeneración. Ya no será lo mismo, será otro paisaje pero ni mejor ni peor”, concluye.