La última (columna) >

Una agonía > Jorge Bethencourt

La exclusión del puerto de Santa Cruz de la champions league de las subvenciones europeas a las redes de transporte es un nuevo y efímero hueso arrojado a la caseta de los cánidos de la política insular. El puerto huele a fiambre desde hace mucho tiempo. Ya olía antes de Granadilla. Y sus males son los mismos que los de una isla perdida en los efectos de un infarto cerebral masivo.

Es un hecho que lo que ha producido rentas en Tenerife ha sido el desarrollo del turismo y del transporte aéreo. Y la expansión del sector terciario ha afectado a todos los ámbitos económicos circundantes: comercio, transporte, construcción, servicios… El puerto hace tiempo que fue descolgándose. Sigue siendo una puerta de entrada y salida de mercancías, pero poco más. Los viejos proyectos para transformarlo en un puerto de vocación turística no se han traducido en una reconversión comparable a la que hicieron en Barcelona. Allí, por los años noventa, la vieron venir. Tenía poco sentido mantener una gran infraestructura portuaria estando en mitad del Mediterráneo y con la competencia de puertos franceses y españoles por arriba y por abajo. Así que decidieron apostar por el transporte aéreo y por la transformación del puerto en un elemento más al servicio del tráfico de turismo de cruceros y de lugares de ocio para la capital.

El problema no es cuando tomas una decisión y te equivocas. El problema es cuando no se toma ninguna y los asuntos languidecen en una somnolienta quietud que sólo rompen las inútiles discusiones sobre la causa de la causa del mal causado. El análisis forense de las razones de la defunción portuaria de Tenerife es, si me permiten, casi irrelevante. Aunque nos guste tanto la prospección histórica resulta más interesante preguntarse qué puñetas se puede hacer ahora, hoy, ya, para cambiar las cosas. Hay trenes que pasaron y ya no podemos coger. Y hay oportunidades por las que se puede apostar.

No sé si el futuro del puerto de Santa Cruz está en una radical transformación para convertirse en una infraestructura especializada en el tráfico de cruceros y una zona de servicios y ocio turístico. O si, al contrario, debe transformarse en una enorme y moderna instalación para grandes buques portacontenedores que vengan aquí a a echar la siesta y a que la marinería disfrute de la palpitante vida social de la capital. No lo sé. Lo que sí creo es que su futuro no es su pasado. Ni su presente. Esa foto fija de un enfermo terminal que no se va a curar con las viejas cataplasmas de las subvenciones.

@JLBethencourt" target="_blank">@JLBethencourt