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El banquete> Por Fran Domínguez

Gran salón del Palacio de Congresos de Cataluña. Lunes, 15 de octubre, nueve menos algo de la noche (hora peninsular). Cena previa a la entrega del Premio Planeta. El máximo responsable del prestigioso grupo editorial que lo convoca, José Manuel Lara, preside la mesa principal. A su derecha, Artur Mas; a su izquierda, un hábitat desconocido para él, José Ignacio Wert. La tensión se masca en el ambiente (no es original la frase, pero es lo que realmente ocurre)…

El ministro de Educación y el presidente de la Generalitat catalana no rehúyen la mirada. Wert, como poseído por el espíritu conquistador de Hernán Cortés y de Francisco Pizarro, enseguida trata de españolizar todo lo que se pone a su alrededor, incluido a un camarero de Vic que pasaba por allí. Debajo de su asiento, y antes de que lleguen los entremeses, saca una tortilla de papas (perdón, patatas) y unas banderillas e invita a los presentes. Ni corto ni perezoso, Mas, imbuido a su vez de la efervescencia aventurera de Roger de Flor (que no era catalán, pero como si fuera), hace lo propio con una escalivada y una butifarra de Tarragona, que corta compulsivamente en minúsculos pedacitos, tantos como estados europeos actuales y futuros. Wert, con visible indignación, y pensando que aún le quedan lo que producen las gallinas mayormente, muestra un túper con huevos estrellados de Casa Lucio y una caja de vinos de Rueda. A lo que Mas, impertérrito, contraataca con una calçotada y una esqueixada de bacallà para chuparte los dedos, regadas con un buen caldo del Penedés.

Wert, al que se le encienden los ojos, se pone chulo con un sombrero de torero; y Mas, para no ser menos, y perdiendo casi por completo el seny, se coloca una barretina… Ante la que se avecina, Lara apela al diálogo. “Señores esto no lleva a ningún sitio”, acierta a decir… Y cuando se teme lo peor, un pequeño estruendo en la sala corta de raíz la posible contienda: ha caído una enorme caja de latas de Red Bull en plena mesa… Al parecer, el tal Felix Baumgartner se había olvidado de cerrar la puerta cuando saltó el día anterior desde allá arriba. Cosas de la globalización…