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La decadencia – Por Jorge Bethencourt

Dice un juez que la clase política en España está en decadencia. Y como si hubiera descubierto la pólvora le han llamado de casi todo. Pijo, para empezar. El entonces alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, dijo una vez que la Justicia en España era “un cachondeo” y casi lo empluman. Aquí decir la verdad tiene un plus de peligrosidad.

España está en decadencia económica, moral, política, fiscal, judicial y cosmológica. Este país de naciones divididas y ciudadanos enfrentados se deshace entre gritos coléricos y descalificaciones mutuas. La endogamia mental, la insolidaridad, la ira irresponsable, el egoismo y la intolerancia han salido por la caja de Pandora de la democracia, que son las urnas abiertas a deshora y a todas horas.

Como en la maldición de Sísifo, subimos penosamente una roca por la montaña para que alguien la vuelva a echar a rodar de nuevo hacia el abismo. Hemos transformado España en fuerzas que se anulan mutuamente. En pasiones que chocan. El talento y la energía se desperdicia en ambiciones personales o divergentes y hasta un partido de fútbol entre los dos mejores equipos del mundo se rebaja a la condición de encuentro de gladiadores de potencias enfrentadas. En vez de orgullo tenemos furia imbécilmente encarnada en un argentino y un portugués. Surrealista. Los políticos españoles son un fracaso. Y los jueces. Y los periodistas. Y el tendero de la esquina. Porque el insidioso cáncer de la sociedad ha extendido su metástasis por toda la geografía humana de España. El mismo ciudadano que se escandaliza de que ese político viaje en coche oficial, llama a su primo para saltarse la cola del hospital. El absolutismo más abyecto preside todos los pronunciamientos que descalifica y destruyen. Y hasta un bloque de a nueve, como el republicano Romney, nos pone como ejemplo mundial del desastre.

Hemos perdido la capacidad de escuchar, de dudar, de intentar entender y colaborar. Comprendemos la vida como una competición entre quienes tienen razón, porque piensan como nosotros, y el resto que, naturalmente, se equivoca. Hemos trasladado el fundamentalismo religioso al territorio civil. Los que deben dar ejemplo de cordura se atrincheran en el oportunismo y la conveniencia electoral. Y todo, en suma, es una ceremonia de la confusión donde la violencia empieza a extender sus tentadoras raíces.

Es imposible tener esperanza cuando cada día es una exhibición de incompetencia y de colapso. La incontinencia verbal es sólo el primer peldaño de una penosa escalera, donde los poderes de Estado se convierten en porteras rencorosas y las más altas autoridades persiguen la fortuna de un espacio en los titulares de los telediarios. España, vasta empresa de demoliciones. Corral nublado. Esto no es decadencia, es una ruina.

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