Lo zafio ha sido lo ocurrido en los últimos días acerca de si la mayoría de los que acudieron el sábado a ver la derrota del Canarias ante el CAI, en el primer partido en casa del retorno a la Liga ACB, animaron o no lo suficiente, y si de esta misma circunstancia, sobre la que no hay consenso cuatro días después, se deriva una victoria más sencilla, que fue por goleada, de los maños en territorio comanche.
Aún no soy capaz de entender, y no debe ser por zafio, el porqué de tremendo follón, vamos a decir que dialéctico, aunque usar esta palabra sea una acción descabellada. Lo que de verdad sí que aborrezco es que los primeros en el escalafón del club se prestaran a embarrarse con la arcilla que dio, cual mina fértil, aquel charco, el montado el mismo sábado por la tarde.
Así que en adelante propongo que se abaraten las entradas y abonos a los que estén dispuestos a pegarse a grito limpio con el objeto de intimidar a árbitros y contrincantes, para que sea más fácil ganar o casi imposible perder, que esto sí debe ser constitucional. O sea, que vas a ver un partido de baloncesto; bien, a tu equipo, y además debes dejarte la piel, las orejas y hasta los zapatos en las gradas, que en el parqué está prohibido. Y ello pese a que la paliza sea de quitar el hipo. Lo siento, pero no estoy para esas, y además entiendo que a muchos se les haya quitado las ganas.
¿Nadie ha pensado que igual el apagón fue por cómo estaba el patio, porque no hubo equipo? Así de sencillo. No, señor Cacho, no fue nadie del Cabildo, de papá Cabildo, el de las perras. ¿Y…? ¿Se perdió por eso? De esto a terminar pidiendo prestada la imagen de la virgen de Candelaria, un paso. Tanto residuo nada más empezar.