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La carta – Alfonso González Jerez

El uso de las cartas, en la política del siglo XXI, es fundamental y paradójicamente literario. La epistografía tiene una larga tradición en la historia de la literatura (y de la política) occidental. Lo que se quiere con una carta, fundamentalmente, es un efecto emocional. Una expresión de patetismo. En una era en la que los telegramas y el fax ya son reliquias arqueológicas las cartas en papel, con su encabezamiento y su rúbrica manual, tienen una función solemnizadora. El recurso a la carta permite adoptar una voz distinta: más íntima, más cordial, más desasosegada. Paulino Rivero le ha mandado una carta a Mariano Rajoy, en una botella que flota en un océano de advertencias, invocaciones, presagios y solicitudes, y como cualquier carta literaria, la ha hecho pública para solaz de los afortunados lectores reventados por los impuestos, el desempleo y la debacle de los servicios públicos. La carta está bien. Vamos, no la firmaría Ovidio, ni Filostrato, ni Goethe, ni Pierre Choderlos de Laclos, pero está bien. Describe sobria y perfectamente la espeluznante situación económica y social de Canarias y el granizo infernal que sufrirá con los recortes presupuestarios estatales de 2013. Efectivamente, el Archipiélago vive en una situación de emergencia potencialmente explosiva, pero Rivero debe ser consciente de que la reacción de Rajoy será aproximadamente nula. El presidente del Gobierno español, con un conflicto secesionista abierto ya en Cataluña y una emergente amenaza independentista en el País Vasco, considera sin duda Canarias como un lugar relativamente pacífico que no cuenta con una burguesía empresarial dispuesta a apoyar una aventura soberanista. Nada que, en el peor de los casos, no pueda resolver la Guardia Civil. Quizás Rivero cumpla con un deber político remitiendo esta misiva a la Moncloa. Pero las circunstancias exógenas que determinan la pauperización y desvertebración de Canarias en la recesión que vive España y la Eurozona no le eximen de tomar medidas internas concretas y viables: las que aquí y ahora no se ven en ningún lado. La reforma de las administraciones públicas y del sistema educativo, la simplificación de trámites para constituir empresas, el impulso a los puertos como plataformas logísticas en el comercio internacional, la recuperación de la agricultura de medianías, la búsqueda inteligente de inversores en turismo, comunicaciones, nuevas tecnologías y energías alternativas…