No sé qué estaría haciendo Alejandro Serrano cuando se enteró de que iban a cerrar el servicio de Cirugía Cardiaca Pediátrica que se venía prestando en el Materno Infantil de Las Palmas. Igual estaba tomándose un café que casi se le atraganta, del disgusto y de la rabia.
De las opciones que se le presentaban a este ciudadano, desechó sabiamente las acciones violentas y optó por abrir una petición en change.org y pedir firmas online para manifestar su disconformidad y pedir a otros que también lo hicieran. Dos iniciativas similares más acabaron convergiendo en la suya, y el resultado fueron 82.000 firmas en diez días.
Esa expresión de profundo y amplio malestar ha terminado por hacer que el Gobierno de Canarias se replantee la decisión, no sin antes obsequiarnos con estulticias del calibre “lo cerramos por el bien de los niños con cardiopatías” (la tomadura de pelo más creativa de la semana, gracias Brígida Mendoza).
Tienen razón los que dicen que los derechos no se defienden a golpe de ratón en Facebook y en Twitter, que la indignación expresada en redes sociales, por furibunda que sea, se evapora sin dejar huella. Pero mira tú qué cosas, esta vez ha servido para algo.
Aún queda para saber en qué condiciones se seguirá operando en Canarias a bebés y niños de sus maltrechos corazones, pero si algo sabe el Gobierno ahora es que no puede quitar ese servicio y esperar silencio al otro lado. La gente sí tiene unas prioridades de gasto que está dispuesta a defender.