NOTA BENE - Fran Domínguez

En el territorio del recuerdo – Fran Domínguez

No soy muy amante de escribir sobre personas que se han ido. Prefiero guardar un discreto silencio y recordarlas sin más, sin discursos hagiográficos ni jaculatorias, simplemente conservando en los recovecos de la memoria una imagen, un momento, un gesto.

Cuando alguien cercano a ti abandona este mundo, algo se mueve como un seísmo en tu territorio, en tus dominios, da igual el grado de relación que tuvieras, porque en ciertos instantes de tu vida, sean muchos o pocos, grandes o breves, compartes tiempo y espacio: vivencias, en definitiva.

Como si se tratase de fotogramas de la película de tu existencia pasados a cámara lenta, las imágenes de los ausentes transitan de manera inevitable por tu mente: nítidas a veces, borrosas en ocasiones, aunque siempre grabadas en lo más profundo de tu ser…

Un año áspero éste, lo confieso, en el que he perdido de sopetón y de un plumazo, como ocurren estas cosas -la Parca no avisa-, a amigos, compañeros y conocidos de todas las edades, gente con la que jugué, asistí a clase, charlé animosamente de lo humano y de lo divino, discrepé, reí, me emocioné y sobre todo aprendí. No importa los nombres ni su condición, importa el rastro que dejan, y que se aferra a ti porque forma parte inevitable de tu propio devenir y de esa geografía humana que has cultivado como un labriego desde el día en que naciste.

Las luctuosas jornadas invitan inexorablemente a rememorar a los que se han marchado, quienes permanecerán siempre en un rincón del país de la consciencia. Y al final, la sensación que te queda de todo es que la obviedad de la vida resulta deudora de la inevitablemuerte, pero que, de la misma manera, lo que importa es percibir la huella que dejan en el camino y que nos sirve para mirar atrás sin olvidar nuestra insultante levedad.