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El Pacto – Por Francisco Muro de Iscar

Ya sé que es más difícil que cualquier otra cosa, pero los jueces -y con ellos medio millón de familias- están pidiendo un Pacto de Estado para acabar con el problema de los desahucios o, por lo menos, paliar sus terribles consecuencias; los abogados acaban de pedir un “generoso” Pacto de Estado por la Justicia, que, además de terminar con el “deplorable estado de la Administración de Justicia”, impida la aprobación de una ley de Tasas que va a poner barreras insalvables en el acceso a la Justicia a una gran parte de los ciudadanos que no podrán defender sus derechos; los médicos y todo el personal sanitario quieren un pacto por la sanidad que garantice la calidad de un sistema con profesionales excelentes que empieza a sufrir importantes problemas; el pacto por la educación y la investigación o la innovación es otra de las asignaturas pendientes y la clave para que tuviéramos un modelo eficiente, de calidad, sostenible en el tiempo y no sometido a los vaivenes políticos de los sucesivos cambios de Gobierno. Educar, innovar y no someter. Poner el capital humano en la primera fila de los objetivos y de las inversiones.

Sanidad, Justicia, Educación y los Derechos Sociales -las pensiones, el desempleo, la dependencia- son la clave del estado de bienestar, y también del Estado de derecho, que nos hemos otorgado los españoles desde la Constitución de 1978. Hacer sostenible de verdad su mantenimiento, evitar que sea papel mojado, es indispensable para la convivencia y el progreso.

Un Pacto sobre el modelo de Estado entre el PP y el PSOE, a ser posible con el resto de los partidos, sacaría del debate diario asuntos como la reorganización territorial del Estado, con el problema catalán y el vasco sobre la mesa, independientemente de las locuras de cualquier dirigente que pierda el norte y defienda lo imposible. Un Pacto sobre el modelo económico, financiero, fiscal, de la Administración pública y hasta sobre la Europa a la que aspiramos haría posible que todos nos dedicáramos a trabajar pensando en la salida de la crisis en lugar de hacer la guerra por nuestra cuenta y poner palos en las ruedas, defendiendo intereses partidistas.