En la mañana de ayer, conforme paseaba y poco a poco me agitaba en la senda de subes y bajas que de forma habitual recorro junto al parque anexo al barranco, pensé que la columneja de hoy podía tratar sobre alguno de estos asuntos: la lírica o el canto con ribetes rococó de Cristina acerca de los valores históricos y políticos del recién fallecido baluarte del independentismo canario, Antonio Cubillo; las aficiones tuiteras de Ángel, siempre pescando a dos aguas y examigo casi íntimo de Cristina, a la que gente más de derechas que ella, y ya es decir, le saltó al cuello a cuenta de su loa a Cubillo, o bien, y esta era la última opción, de mi puente preferido de acero herrumbroso. De haber sido esta la elección, ya tenía título: Debajo del puente, en el río… Sí, como la canción de Pedro Guerra.
Lo del puente estaba bien porque al fin en Santa Cruz podía referirme a un puente encima del río, el de Santos hasta hace nada. Pero esta idea la anulé de inmediato cuando, como ya les dije, me fui a mi ruta preferida y el agua blanca había desaparecido, casi de repente. Bueno, de casi…, nada, que el curso móvil esta vez había sido de larga duración: quizás hasta un mes. Desechado el título Debajo del puente, en el río, y toda su retahíla asociada, pensé en retomar la apología cubillezca de Cristina y el tirón posterior de orejas de Asier y Miguel, al unísono. Pobrecita… Pero no: me terminó pareciendo algo insustancial; no Cubillo, sino las tonterías del trío. Así que ya solo me quedaba Ángel y sus cosas en Twitter, esta vez nada importante, por sorprendente que parezca. Pero luego llegó la salvación, nunca mejor dicho, tras sonar en el iPad un mensaje (otro más). ¡Sorpresa! Quién era: Ángel, la salvación de esta columneja. Así que miré con curiosidad y cara de sentirme bien regalado. El retuiteo de Ángel decía: “Dialoga con Jesús en la oración, escucha a Jesús que te habla en el Evangelio, encuentra a Jesús, presente en el necesitado”. Textual. En la tele, en ese instante, La 2 pasaba un documental en el que un barco se iba a pique como una bala. La tripulación también gritaba salvación. Maldita coincidencia el 12 del 12 del 12.