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Déjennos la música – Por Ramiro Cuende

Tengo un amigo que vive entre sus músicas. Este año que va, será difícil de digerir por causas evidentes que no se nos escapan. Entre el sempiterno fútbol repleto de ídolos de todos los precios, pueblos y colores. En el mes de abril habrá fútbol veintinueve días, a eso súmele el sobaco de Messi y la rozadura mental de Cristiano, más los relatos rotativos que inventan como les viene en gana, y, que tiene a orgullo ser el periódico de mayor tirada y preferido del comunicativo señor presidente Mariano el Celta. Las elecciones por doquiera que a todas horas con sus broncas vividas en tiempo real gracias a los medios de enrollar, especialmente a la 13 e intereconomía, entes por los que pulula Isabel la de San Sebastián que tiene como valor personal más ilustre ser la campeona de presincachismo de toda clase de izquierdas y menesterosos, si bien lo hace con sumo descuido. Para que hablar de los nuevos y calumnios digitales o de los juicios mediáticos -sumarísimos- de la mañana a la noche  que se celebran en directo por la tv con presentadoras y presentadores que solo escuchan lo que quieren oír de cada asunto. Tertulias dirigidas con la finalidad de montar los consabidos juicios paralelos que tanta audiencia crean. Siempre han existido las plazas y los espejos públicos, pero los de la televisión actual son la leche ¿quién me iba a decir a mí que para mis hijos la jueza Alaya y el juez Ruz son como de casa?

Esta nación se tiene que tranquilizar. Las trifulcas a las que nos someten, por ejemplo los Hernandos, no sirven de nada y sólo  esconden estupidez. Necesitamos estadistas no partidistas, líderes conocedores de la capacidad de carga y creación de este país, que no tengan que pasarse el día escondidos ocultando sus vergüenzas. Me vienen muchos nombres a la cabeza, prefiero ningunearlos.

Es así de simple, y así de complejo, por la enfermedad que padecen nuestros partidos, la endogamia creada por los practicantes de un maquiavelismo ramplón que solo tratan de ser lo que no son en su vida privada. Solo conciben una cohorte príncipes y mendigos políticos. Los príncipes a los que me refiero son de peor calaña que sus pedigüeños de puesto público para vivir, es así. En el telar de la vida intelectual, la trama es el pensar, la urdimbre el leer y la escritura el pensar, creo que es de Cicerón. Pasaran los empeños y los misterios de seis en seis. Y los siglos, los muertos y los inquietos que alzan la voz. Pasaremos todos y quedará la música.