1. Son muy suyos los lectores que le escriben a uno: “¿Y por qué se cambió usted de periódico?”. Los ejecutivos americanos cambian cada cinco años de empresa. Yo hacía eso al principio, pero luego me harté de tanto ir y venir y me volví más funcionario español que ejecutivo anglosajón. Mas a lo que yo temo, y contesto también a los lectores, es al mimetismo electoral. Es decir, a dejarme arrastrar por una actualidad infame que no genera sino noticias de los comicios de mayo. Es terrible, te defiendes de esta tendencia como un náufrago luchando contra la corriente marina, que te arrastra. A veces no consigo zafarme de la presión, a veces sí. Y otras veces son los mismos contendientes, con sus noticias tergiversadas y sectarias, los que me sorprenden. Esas noticias contienen pocos valores, son interesadas, absurdas y casi siempre falsas.

2. Pasa igual con las encuestas. Cada uno tiene la suya, a cual más tendenciosa y falsa. Y te las ofrecen, en rigurosa primicia, como si fueran el oro molido de la información. Ellos y yo sabemos que son mentira pero están tan bien hechas, tan bien disimuladas, tan bien inventadas, que dan ganas de publicarlas. Y vas y las publicas. Y entonces sientes que estás traicionando a esos lectores que te escriben para preguntarte, entre otras cosas, por qué te has cambiado de periódico.

3. Cuando llega una campaña electoral como la actual, a mí de lo que me dan ganas es de meterme en la cama hasta el 24 de mayo por la tarde. Pero como esto no es posible me dispongo a resistir los embates de una actualidad que es más falsa que un billete de seis euros. Tiene uno amigos que se presentan y los ves luchar y los ves cómo te cuentan milongas que no se las creen ni ellos; y te dan ganas de echar a correr. La política es mezquina y mentirosa, no sólo aquí sino en todo el mundo. A mí, ellos me provocan ternura y la política, tristeza. Ni siquiera rechazo, sino tristeza. Y eso.

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