opinión >

Un año electoral – Por Juan Julio Fernández

Con las anticipadas elecciones andaluzas, aún sin resolver, y las que van a venir en cascada, este 2015 pasará a la historia como un año electoral cargado de incógnitas. Al desencanto derivado de la corrupción, que no se debe solo a la apropiación indebida de fondos públicos sino también a la proliferación de proyectos faraónicos, muchos innecesarios e incoherentes, se suman las trifulcas cotidianas entre dirigentes políticos con el y tu más antes que a exigir racionalmente el cumplimiento de los compromisos electorales por los que gobiernan.

Las que ahora se acercan son las municipales y autonómicas, en Canarias ampliadas a los Cabildos Insulares, y en el ámbito nacional quedan pendientes las catalanas supeditadas a la margarita que deshoja Mas y las generales que todavía no se sabe si cerrarán el año o abrirán el próximo. Y todas con el trasfondo de una situación internacional que en España incluye a Syriza y lo que pasa en Grecia; a Maduro con su arbitrario mangoneo en Venezuela; al yihadismo como una amenaza imprevisible; y en la UE a una cacareada recuperación económica que todavía no llega al ciudadano medio, particularmente al español.

Tanta frustración, interna y externa, traducida en un comportamiento errático de los partidos tenidos como tradicionales, ha dado lugar al alejamiento de la ciudadanía de los políticos y, también, a la irrupción de nuevas formaciones que tratan de aprovecharse de una situación insatisfactoria pregonando que no cargan ningún lastre y que, votándolas, votarán la ansiada regeneración. Y aunque ahora mismo se sigue insistiendo en que la campaña electoral para las elecciones autonómicas y locales del 24 de mayo comenzará el próximo día 8 de mayo, hay que reconocer que son muchos los que se sienten cansados de declaraciones, entrevistas e informaciones desde que empezó el año, sin que ni el final de la Navidad, ni la Semana Santa -ni en Canarias los Carnavales- hayan supuesto paréntesis o respiros en la retórica reiterativa y muchas veces banal de los políticos, lo que induce a preguntarse si tiene sentido distinguir entre precampaña y campaña electoral y si ésta sirve para algo. Lo que parece evidente es que el mitin es algo trasnochado que se ha convertido en un ritual para que cada contendiente lleve a sus fieles a un escenario con televisión y fotógrafos de prensa y aparentar que moviliza a más gente que el adversario.

Dando por sentado lo que decía Tierno de que las promesas electorales son para no cumplirlas y lo que antes hacía Romanones comprando el voto, puede decirse, ciñéndonos a Canarias, que en las elecciones municipales se eligen más a las personas que a los partidos y que esto conduce a fracturas y disidencias en cada localidad, con candidatos que cambian de siglas o proponen otras nuevas. En las cabildistas no está muy claro si las preferencias van hacia las personas o hacia las siglas y en las autonómicas es donde parece más clara la entrada de nuevas formaciones en el Parlamento, restándole votos a las tradicionales y apoyándose más en las siglas que en las personas, aunque todo está por ver.

Todo lo dicho avala, en mi opinión, que el año electoral va a ser fatigoso y poco efectivo si no sirve para una regeneración y para ayudar a salir de la crisis social que suma las económica, política y de valores en la que estamos inmersos. En cualquier caso los ciudadanos estamos obligados a entrar en el laberinto electoral para exigir proyectos lo suficientemente sólidos que aborden con realismo y sin populismos y demagogias la resolución de los problemas, algunos graves, que tenemos en las Islas.