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Debate en Madrid: Zapato con ‘s’ – Por Carmelo Rivero

Yo soy canaria, digo zapato con ‘s”, afirmó la poeta palmera Elica Ramos en Madrid. El autor canario es un fabricante de sueños generalmente desconocido que se sienta en su celda a escribir sin medir las consecuencias, hasta que el harold bloom de turno recoge la botella de sus ficciones en alguna orilla y se produce el hallazgo. Estos mitos (el aislamiento, la soledad, el secreto y oscurantismo de este personaje, y su desvelamiento finalmente) conforman el imaginario de la literatura canaria. Sometida al quirófano del Círculo de Bellas Artes, de Madrid, esos fantasmas se pusieron de manifiesto. Juan Manuel García Ramos, Premio Canarias de Literatura, describe una comarca autoral (“renta de situación”) de islas y continentes hispanoparlantes: la atlanticidad; es la lógica de las piraterías y los ataques navales de Rumeu de Armas trasladada a un océano literario por pacificar. Los corsarios más jóvenes dicen llevarse bien, pero Juan Cruz (“soy de una generación que conoció el hambre y la miseria”) sacó los pendejos de la tribu a la luz de la sala Valle-Inclán: “Es que nos llevamos francamente mal, y alguien debería hacer como Santos en Colombia con las FARC, y reunirnos en Cuba a negociar la paz”, demandó el otro Premio Canarias del encuentro antes de ponderar la “generosidad” con que los trataba Domingo Pérez Minik, que era el bloom del boom de los 70. Tener a Minik y a Ventura Doreste creó un ecosistema favorable, a juicio de Francisco Juan Quevedo, en el que se aguardaban con expectación los fallos del Pérez Armas y el Pérez Galdós, y en Madrid, Manuel Padorno y Josefina Betancor dotaban de alas a los poetas con sus palomas atlánticas a través de Taller de Ediciones JB, que acudía a la feria de Frankfurt. García Ramos celebró que José de Anchieta, en Brasil, y Silvestre de Balboa, en Cuba, fundaran esas dos literaturas ajenas, mientras aquí (me dije) nos cuesta tanto fundar la propia y todavía se está en ello. Allende los mares la cosa, por lo visto, funciona mejor. De puertas adentro, el autor sigue en la celda lanzando botellas a ciegas por si suena la flauta. Y últimamente están sonando algunos nombres canarios en premios y editoriales nacionales como si salieran del cascarón. José Luis Correa (Alba), que ha creado una saga con su detective Ricardo Blanco, aboga por crear foros de encuentro como este promovido por el director general Aurelio González (Cooperación y Patrimonio Cultural) en la calle de Alcalá: una suerte de coloquios canario-canarios. Ángeles Alonso (Baile del Sol) desmiente el precio de la procedencia: deberían quitarse la etiqueta, sostiene. “Pero somos la periferia de la periferia”, recordaba desde un extremo de la mesa Elica Ramos, que puso también sobre el mantel la palabra incomunicación. Venía a cuento la muletilla. “Nos leemos a nosotros mismos”, rechistó Daniel María. Yolanda Arencibia admite la falta de comunicación. Giró la cabeza hacia Elica y Daniel, de lado a lado, y dijo: “Me duele conocer tan poco a estos escritores jóvenes”. Claro que eso debió pasarle alguna vez al que mejor conoce ella: Galdós. De manera que esta comunidad de autores incomunicados que dice zapato con s se dio cita en Madrid para exorcizarse. “¡Necesitamos perentoriamente un Pérez Minik!”, pidieron algunos. “¡Necesitamos otra Biblioteca Básica Canaria!”, solicitó alguien en la poblada mesa, y García Ramos, que tuvo el acierto de crearla en los 90, mencionó una eventual biblioteca atlántica. “Necesitamos un aparato crítico”, fue lo primero que dijo Daniel María, poniendo el dedo en la llaga. Quevedo se congratuló del descomplejamiento de situar las historias en La Laguna, Las Palmas o Santa Cruz. Coincidían en Madrid tres generaciones, de los 70 hasta hoy, cuyo propósito es “trascender”. Pero Arencibia y Quevedo revelaron algo desalentador: investigar a autores canarios “penaliza” en la Universidad española. “A mí me negaron un sexenio diciéndome: “Su producción es localista”, denunció Quevedo, entre caras de asombro. Regresé al hotel simpatizando con la abuela del joven autor y actor gomero Daniel María, que nos contó esa noche que “ella siempre decía que burro cargado busca camino”.