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Estrés – Por Wladimiro Pareja Ríos

Cuando tenemos varios focos con problemas abiertos, agitándose a la vez, e intentamos ponerles diques o simplemente resolverlos al mismo tiempo, solemos sentir la mordida de esto que llamamos estrés y que nos provoca un aumento en los niveles de ansiedad.

En realidad el estrés es una respuesta natural que actúa como mecanismo de defensa ante lo que sentimos como amenaza, nos ayuda a movilizarnos y facilita nuestra supervivencia. El problema que puede presentar -y suele hacerlo- supone que una vez finalizada la amenaza, nuestro cuerpo sigue fijado en este estado de tensión, creándose una sobrecarga y fatiga que afecta al organismo hasta hacerlo enfermar.

En las épocas en la que convivimos con él, solemos presentar problemas con el sueño, alteraciones en la alimentación, comiendo mal y a deshora, con lo que se resiente el intestino; igualmente pueden aparecer problemas con la concentración, despistes y olvidos. Bajo esta presión, aspectos como el fumar y el beber se incrementan notoriamente; algunas personas se muerden las uñas y otras se arrancan el pelo; los hay que bajo tanta presión generan migrañas y dolores de espalda: a cada uno nos ataca de distinta manera. En los casos más graves y mantenidos en el tiempo, puede acabar provocando úlceras de estómago, problemas en la vista y en el corazón, entre otras.

Diversos estudios han demostrado que el estrés reduce nuestra capacidad inmunológica, nos volvemos más susceptibles a contraer enfermedades infecciosas. Con respecto al plano social, dificulta nuestras relaciones así como en el marco familiar y laboral, porque nos vuelve más irritables, perdiendo el sentido del humor, somos menos tolerantes con el otro -todo molesta-, pudiendo aparecer episodios de ira, crisis de ansiedad y depresión. Con ello, en la mayoría de los caso, la persona se tiende a aislar, encerrándose en sí misma.

El abordaje ha de abarcar aspectos físicos, como el realizar algún tipo de deporte aeróbico, que repercutirá en nuestra salud mental y emocional. Mantenga una dieta saludable y duerma lo necesario. Defina y acote las causas del estrés, cambie lo que pueda cambiar y acepte lo que no pueda modificar, dosifique su esfuerzo, recuerde el lema: “Está permitido cansarse, pero no agotarse”, delegue responsabilidades, quizá se esté exigiendo demasiado.

El aprender a realizar algunos ejercicios respiratorios nos puede ayudar mucho, así como practicar técnicas de meditación. Cada uno tiene sus propias válvulas sanas de escape, conecte con ellas y libere tensión interna, hasta que vaya encontrando la manera de afrontar y reducir los focos de tensión externa.

*Psicólogo
wladimiropareja@gmail.com