Domingo Cristiano

No es un valle de lágrimas – Por Carmelo J. Pérez Hernández

Mientras hay vida hay esperanza. Hay que aceptar las cruces que Dios nos manda. El sufrimiento nos hace fuertes y mejores. El tiempo lo cura todo… Las peores mentiras son las verdades a medias, un ejercicio de creación éste en el que hay verdaderos expertos. También a los creyentes este mal nos viene de lejos. Israel, el pueblo de nuestros padres en la fe, vivió en penumbras durante siglos y, en ocasiones, hasta se revolcó en ellas cual cerdo en la porquería. A lo largo de cientos de años, el pueblo de las promesas intuyó la verdad sobre su Dios y sobre el hombre. Pero era torpe para entender y unas generaciones les pasaban a otras, junto al verdadero conocimiento sobre Yahvé, algunas verdades que no lo eran tanto. No es difícil describir lo sencillo que es desvirtuar la verdad mezclándola con fantasías inconsistentes; sin llegar a ocultarla del todo, pero restándole el atractivo que tienen las cosas transparentes. El peor de los desatinos se perpetra al transmitir errores que son fruto de una vivencia deformada o de una experiencia interesada. Son tantos los hilos que mueven nuestra personalidad, que lo extraño es no obligar a convivir la verdad verdadera con las verdades apañadas en algún momento. Así se es menos feliz, aunque en ocasiones se esté más contento. No sirve de nada anestesiar la crudeza de las cosas, ni nos eleva en absoluto revestirlas de una pátina de herrumbroso espiritualismo. Ni la desesperanza ni los arrebatos falsamente espirituales contribuyen a la madurez humana ni, mucho menos, a la solidez cristiana. Por el hecho de que Dios existe, este mundo no se convierte inmediatamente en el territorio flower power que no pocos anuncian. Yo creo que es por el terror que les produce no saber encajar personalmente el dolor presente en el mundo. Y, en la otra cara de la moneda, la existencia desgarradora del sufrimiento, que a menudo se ceba con los inocentes y los justos, no es argumento suficiente para tildar de valle de lágrimas sin matices a esta tierra firme que pisamos. Participar de un optimismo desencarnado y de un pesimismo miope son de esas verdades a medias que le restan vida a nuestros días. La vida es la vida, es el mensaje del evangelio de hoy. Y en la vida hay dolores cotidianos, como los de la hemorroisa, y también grandes batallas aparentemente pérdidas, como la de la niña recién muerta. Pero ésa no es toda la verdad, porque lo realmente cierto es que la vida se abre camino con la misma rotundidad que una flor florece en el asfalto. Sin poesía, quizá. Pero con una lógica interna que Dios sembró tras aquel séptimo arrebato, cuando decidió que todo lo que había parido era muy bueno. No necesitamos verdades a medias ni mentiras piadosas para amar el mundo o para sentirnos cálidamente asentados en la vida. Basta echar un vistazo y reconocer a Dios que está pasando, permanentemente aconteciendo en el día a día. Y mejorándolo todo.

@karmelojph