Desde la óptica >

Ni podemos ser el Betis ni intentamos ser el Sporting – Por Javier Rabanal

Ya sé que hoy es muy fácil escribir acerca de los dos equipos ascendidos a Primera División, pero no por carecer de dificultad hay que dejar de hacerlo. Ahora que ha pasado la temporada y el balance está hecho, llega el momento del descanso para unos y el trabajo para otros. El ejercicio que concluyó el domingo puede merecer como mucho un aprobado si nos movemos en el contexto del primer equipo y un rotundo suspenso si lo hacemos pensando en el conjunto del club.

Este club acumula años de deriva deportiva que sólo se deja de ver cuando los cuatro aficionados de turno se apasionan por quimeras como el ascenso o el fichaje de relumbrón. No hay una idea de lo que se quiere hacer y la última vez que se intentó algo estable, con Cervera, se destruyó todo a las primeras de cambio. Y es precisamente eso, cambio, lo que necesita la entidad deportiva que nos representa a todos en el fútbol profesional. Hasta ahí se llega eligiendo un modelo, trabajándolo. El del Betis, para empezar, es inalcanzable a día de hoy. Tiene un presupuesto mayor, ficha mejores jugadores y posee una parroquia fiel muy superior a nuestros algo más de 3.000 aficionados. Sin talonario ni respaldo, el modelo andaluz no nos vale.

El otro club en cuestión ya ha sido objeto de análisis desde estas líneas en otras ocasiones. Son los asturianos un club endeudado hasta decir basta que subsiste gracias a una de las canteras más asombrosas que las tierras del norte han visto. Pero claro, para trabajar con lo mejor hay que poseer lo mejor y nuestras instalaciones amenazan derrumbe.

Recuerdo una charla prepartido en la Ciudad Deportiva de Geneto en la cual tuve que colocar una papelera en el centro del vestuario ya que había un agujero pidiendo a gritos una pierna que partir. Eso no puede ser lo mejor que una isla pueda aportarle a un club profesional. Ni eso ni el famoso Mundialito, o Complejo Federativo Juan Padrón Morales. Esta última instalación no dispone de nada más allá de un césped natural. Ni gradas, ni aparcamiento ni privacidad para una plantilla de alto rendimiento.

La próxima temporada está a la vuelta de la esquina y volveremos a ser un club de apaños, de fichajes de última hora y cesiones de dudosa valía; de una pretemporada llena de marketing que se diluirá entre un partido bueno y catorce malos, de papeleras en medio de vestuarios o cosas peores. Y así pasan los años y clubes que décadas atrás no eran nada como el Villarreal nos han pasado como aviones en la gestión deportiva. Hay que decidirse y hay que hacerlo ya. O un proyecto serio, o savia nueva que saque a este club de los años 80 y lo ponga de una vez por todas en el siglo XXI.

Si no podemos ser el Betis, intentemos por lo menos ser el Sporting.