Su currículo impresiona. El investigador principal de Economía y Comercio Internacional del Real Instituto Elcano y profesor de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid se ha construido una trayectoria académica y profesional de esas que dan vértigo. Cuenta con un máster por la London School Economics y otro por la Universidad de Columbia (Nueva York), y ha desempeñado labores de consultor en distintos proyectos para el Banco Mundial en Washington DC, Ghana y Bolivia.
Durante los últimos años se ha centrado en desentrañar el origen de las crisis financieras internacionales, analizar la necesidad de reformar la gobernanza de la zona euro, calibrar el papel del G20 y otras instituciones en el incipiente nuevo orden internacional y vaticinar los efectos del auge de las potencias emergentes en un mundo multipolar caracterizado por el retroceso de Occidente. Sus investigaciones han aparecido publicadas en revistas internacionales como Review of International Political Economy o New Political Economy. Federico Steinberg es, en definitiva, un intelectual que ha hecho de su vocación un modo de vida, un hombre brillante que el lunes por la noche acudió como invitado al programa nocturno del canal 24 horas para disertar sobre las implicaciones de la posible salida de Grecia de la zona euro y apelar a la sensatez. En la mesa en la que se sentó estaban, como cada noche, los periodistas habituales -además del moderador-, que, en vez de aprovechar la ocasión para preguntar al experto sobre los escenarios que se abren tras la convocatoria del referéndum heleno y el ultimátum de la Comisión, se dedicaron a disputarle el protagonismo hasta el punto de que hablaron más que el investigador del think tank español.
No es la primera vez que ocurre. Sucedió algo parecido cuando hace unos meses Haizam Amirah, un estudioso del mundo árabe, acudió para exponer por qué el horror que vive el pueblo sirio tiene unas connotaciones geoestratégicas a medio y largo plazo que Europa no puede eludir. También el ego periodístico se antepuso al ejercicio de la profesión: la mesa, en vez de cumplir con su cometido informativo, se convirtió en una demostración ridícula de conocimientos. Algún día entenderemos que quienes nos hemos cargado el periodismo somos nosotros mismos, y que regalar los contenidos no ha sido la única forma: sentarnos delante de la cámara a hablar sobre cualquier tema sin saber prácticamente de nada y abandonar nuestra tarea -preguntar, indagar- ha tenido, y tiene, un efecto perverso.