Llamar la atención

1. No voy a ocultar a estas alturas que a mí siempre me ha gustado llamar la atención. Me criticaban mucho, en un tiempo, lo mismo que a César González-Ruano, que anduviera con un sello con el escudo familiar en el dedo meñique, que tuviera criada, cocinera y chófer; y también escolta. Bueno, me ha gustado vivir bien cuando se podía vivir bien. Ahora hasta le da cogotazos a Rodrigo Rato un poli de la Agencia Tributaria, como si fuera un vulgar chorizo. Los tiempos están descambiados. Ya no tengo ni chacha, ni cocinera, ni chófer, tampoco tengo coche sino que me lo prestan y me he adaptado a la pobreza. Este país está más dado a la vida cutre que a la placentera, es decir, tiene lo que se merece. Y sólo viven bien los que tienen casa en Londres o en Lisboa, que cada vez son más. Porque vivir en España se ha convertido en un sin vivir por culpa de estos desarrapados que donde nadan como peces en el río es en la falsa pobreza. En este país, el okupa es el rey. A mí también se me perdió el sello con el escudo familiar que me regaló mi abuela y que pagó con el dinero obtenido con la venta de las botellas de un bar que tenía mi tío: nada menos que el Dinámico. Coño, esto no lo he contado nunca.

2. Llamaba la atención cuando paseaba por N.Y. con un reloj Swatch de titanio, que entonces valía una pasta. Y con un teléfono móvil Vertu, que hace quince años, o así, costaba 3.000 euros. Me encantaba fardar, todo lo contrario que ahora, que me molan las cosas sencillas, los artilugios menos sofisticados y los cachivaches que se pueden encontrar en el Rastro, cada domingo. Es la diferencia entre antes de la crisis y después de la crisis.

3. Yo fui uno de los usuarios de la Enciclopedia Británica que los editores escogieron para lanzarla, a través de frases solicitadas. Mi compañero de frase era García Márquez. Me sentí muy honrado con aquella deferencia, La Enciclopedia Británica, que creo que ya no se edita en papel, sino que puede consultarse en la Red, es uno de mis instrumentos de trabajo. En fin, llamar la atención. El otro día, una señora, en Pinolere, le dijo a otra cuando yo pasaba: “Mira, ahí va Hugo Chávez”. Pues qué bien.
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