soliloquio

Abriendo melones

De aquí al 20 de diciembre y siguientes, vamos a ver, escuchar, y oír decir tal sarta de estupideces, improvisaciones y mentiras que habremos de abusar de la jalea real con prebióticos, equinácea, própolis, vitamina C y zinc para mantener un orden mental básico sin que las ya mermadas neuronas de nuestros cerebros terminen de secarse y decir adiós, hasta siempre. ¡Se abren melones!

Cuando escribía, Francia jugaba al fútbol en Saint-Denis contra Alemania. Mientras esto sucedía, a la sombra de la noche se cernía sobre París, sobre Francia, sobre Europa, sobre el Mundo, sobre usted y sobre mí, una salvaje ignominia más. No había pasado un día y ya se empezaron a abrir, en este caso sandías, por redes y programas mediáticos de toda condición: ¡Era de esperar! ¡Que si esto, que si lo otro! ¡Nos lo tenemos merecido por matar a Manolete! ¡Hemos sido de todo; malos, buenos, etcétera! Lo que nadie dice, salvo excepciones en desuso, es que los asesinos en este caso fueron los que fueron, y, por cierto, de las Cruzadas hasta hoy ha llovido mucho. Nunca olvido el Renacimiento. Lo cierto es que la melonada -próximas elecciones- ha tornado en sandiada muy a mi pesar.

Por poner dos ejemplos: mientras el pasado sábado de madrugada Pepe Oneto mesaba su fleco en silencio para pensar consternado en lo que sucedía, la tertuliada que lo acompañaba hablaba de guerra, cruzadas, contracruzadas, escarmientos, lecciones, poder, motivaciones, y demás rellenos al silencio. A las pocas horas, de mañana Jorge Vestrynge, escucharlo da sentimiento, versaba con sus grandilocuencias vacías que en la Complutense igual le sirven para distraer a la muchachada lo siguiente: el Gobierno francés pedía a la ciudadanía que saliera de casa lo justo, solo se le ocurrió decir: “Si piden a la ciudadanía que se recluya es que no lo tienen todo controlado”, lo tenía por hombre inteligente y hecho, pero visto lo oído, me temo que el profe se seca con los días.

Como él, un sinfín de tertulianos dirigidos por tertuliadores pseudopolitólogos mediáticos a sueldo o alquilados, que diría Emilio Romero, revientan los días con programas de radio o televisión; mañana, tarde y noche, en los que según el horario de emisión la tertuliada se adapta al posible público a idiotizar.

Mientras escribo escucho la Grande messe des morts, réquiem de Berlioz interpretado por la Orquesta Nacional de Francia, dirigida por Bernstein; mi triste respeto a los muertos de todas las barbaries de la tierra.

¡Vigilen con la apertura de melones y sandías! Las carga el diablo.