contracorriente

Coches y contaminación – Por Enrique Arias Vega

Las restricciones de tráfico en Madrid (y las limitaciones de velocidad en Valencia y otras ciudades) pueden resultar molestas para los automovilistas, pero sí han beneficiado a todos los ciudadanos en general al disminuir la contaminación del medio ambiente.

La decisión municipal, por supuesto, es contraria a nuestros hábitos y a la permanente incitación política al uso del vehículo privado. No en vano nuestra industria automovilística supone el 10% del PIB nacional y da trabajo a 300.000 personas: ¿qué sería de nosotros sin el coche (prácticamente de uso individual) a la puerta de nuestra casa?

Esa, digo, es la gran contradicción: fomentar institucionalmente el uso del automóvil (con planes como los de Pive, Renove y otros, rebajas, subvenciones públicas, etc.), ampliar indefinidamente la red viaria y convertir nuestras calles en un gran aparcamiento de vehículos para luego sancionar el uso del coche en las ciudades. Pues no queda otra si queremos mejorar nuestra calidad de vida. Habrá que ir reduciendo paulatinamente la industria nacional de automoción, reconvirtiéndola en productora de vehículos para el transporte público y ampliar éste para que ganemos espacio urbano, reduzcamos nuestros gastos y disfrutemos de las ciudades y de su atmósfera.

Quienes hemos vivido en Nueva York sabemos que a la postre es mejor vivir sin coche (que no se sabe dónde aparcar ni a qué precio y que nos hace llegar tarde a todas partes) y utilizar en cambio un variado, eficaz y rápido transporte público.

Al final, los ciudadanos que así hacen viven mejor que los esclavizados por el coche individual. Pero, para conseguir esto, claro está, hay que cambiar las prioridades políticas y fomentar un transporte público del que parecen abominar.