superconfidencial

Luis Pérez

1. Ahora que todavía vive, maltrecho y hospitalizado a los 84 años, le voy a dedicar esta crónica a mi maestro, Luis Pérez, y a su libro: Pequeños fragmentos de mi vida, editado por Vereda Libros. Su mujer recopiló escritos de Luis, memorias y documentos personales, y los ha llevado a un libro que se vende exclusivamente en el Puerto de la Cruz. Este hombre, para la mayoría de ustedes anónimo, para mí decisivo en mi educación, era peón en las plataneras y luego en la construcción. Dominado por el afán de aprender y de crecer como persona, se hizo maestro. Sabía de todo, pero más que nada de matemáticas, la única asignatura en la que yo era un matado, porque en las demás fui más o menos brillante. Fue mi profesor en el colegio y en casa. Luis Pérez era un enamorado de la medicina, siempre lo fue. Recuerdo que en sus clases me hablaba del ántrax, de las enfermedades mortales de la época. Y se hizo médico. Acabó sus estudios de medicina en Cádiz, como tantos tinerfeños. Tenía entonces 54 años. Se especializó en análisis clínicos y ejerció su profesión hasta hace menos de cuatro años, cuando cumplió los 80.

2. Ahora está mal, hospitalizado y cansado. Su esposa María le entregó el libro, calentito, en la habitación que ocupa en Hospiten Bellevue, y se le aguaron los ojos
y lo estrechó contra su pecho. Allí contaba su vida. Incluso cuando volaba en parapente, ya de mayor, o hacía vuelo sin motor, entonces de joven. El padre de Luis sabía leer y escribir; su madre, no. Tuvo mi maestro tres hijos, uno de ellos, José Luis, es médico como su padre. Los hijos somos los que menos conocemos a nuestros padres, porque ellos, en esa época, tenían pudor en contar sus cosas. Por eso debemos escuchar sus historias, aunque sean las últimas. Mi madre, con 94 años, está hoy en el mismo hospital que Luis Pérez.

3. Ese libro hay que leerlo. Radiografía a toda una generación. Cuenta sus propias enfermedades. Narra sus relaciones con mucha gente de la época. Y ha tenido la benevolencia de publicar una foto mía, tomada de un retrato que me hizo el pintor José Carlos Gracia. Se queja, en su lecho, de que lo va a ver poca gente, pero la verdad es que reconoce a pocas personas. Un abrazo, amigo, y ojalá te recuperes. Y ustedes, lean ese libro.