en la carrera

Leo Mederos Pérez

No encontraba titular, lo mismo que me ocurrió cuando hace unas dos semanas un amigo, y casi un abuelo para mí, de esos abuelos vitales, Totono Pais, me decía en su último viaje de La Palma a Tenerife, que Leo, el bueno de Leo, se había ido, había fallecido. A pesar de la conciencia cristiana, es algo, la marcha, que siempre cuesta asimilar. Es así. Leo Mederos, sí, el buen hijo de un gran alcalde que tuvo Los Llanos de Aridane, don Enrique Mederos, el García Sanabria palmero, como se le reconoce en la isla, se marchó hace unos días a la Casa del Padre y lo hizo como también llevaba su vida y su familia, con armonía, sencillez y humildad.

Hace ocho años realicé unas notas, llevadas luego a reportajes y futuros capítulos de un libro, Pueblo a Pueblo por la tierra. Entre esos reportajes, hay uno que me ha llenado mucho, porque lo hice con Leo Mederos, y es el dedicado a su padre, un gran alcalde palmero. Recuerdo perfectamente las tardes con mi buen amigo Leo, en su casa en Los Llanos, saboreando el buen café y dulces de La Palma que siempre su bella compañera de viaje, Rosa Díaz, su mujer, tiene para recibirte con el amor que te aguarda siempre en ese hogar.
Exactamente, con Leo, un hombre de palabra y corazón, se cumple esa fórmula sabia de que al lado de una gran mujer, siempre hay un gran hombre. Cierto, Leo es un igual a Rosa, y Rosa es un igual a Leo. Hay dos cosas que sé que Leo ahora debe estar recriminándome, una es que le haya dedicado esta columna, que él no quería ni en vida, ni póstuma; y la otra es que no le estarán gustando los reconocimientos merecidos que le hago. Pero es así y así lo escribo.

Leo Mederos es un hombre, que, aseguro, ha sido un ejemplo para sus hijos, para sus amigos, y nietos. Un ejemplo, repleto de enseñanzas. Cuando hablaba de la importancia de mantener vivo y seguir promoviendo el mundo del campo, y cuando, en muchas tardes de tertulia, recordaba lo importante de progresar hacia una Canarias, donde los sectores convivieran. Leo, don Leo, no era solo un hombre preocupado por los suyos, sino por su tierra. Hasta pronto, amigo.